Artículo elaborado por:
Ing. Agr. MSc Martín María Cubilla Andrada
Publicado en:
EXPERIMENTACIÓN AGROPECUARIA
Revista técnica elaborada por el Departamento Técnico del CEA y Valor Agro
Año 3 / Edición N° 6 / Julio 2023
El uso de plantas de cobertura, corresponde a la utilización de cultivos en rotación, sucesión, o consorciadas en cultivos, con la finalidad de protección superficial de suelo, así como de mejoría de las propiedades del suelo, inclusive a profundidades significativas gracias a los efectos de sus raíces, promoviendo un mejor equilibrio y mayor producción de biomasa con consecuente aumento del potencial productivo del suelo.
La utilización de plantas de cobertura asociada a la rotación de cultivos comerciales, es una de las mejores alternativas para el manejo sustentable de los suelos. Usar plantas de cobertura e incrementar su diversidad en el sistema de producción, mediante las rotaciones de cultivos, mejora la salud y funcionalidad del suelo, reduce los costos, e incrementa la productividad de los cultivos, y rentabilidad del negocio agrícola. La biodiversidad ayuda a prevenir las enfermedades y plagas asociadas con los monocultivos.
Para lograr la sustentabilidad en el sistema de producción agropecuario se debe mantener cobertura permanente en el suelo, promover la biodiversidad mediante la rotación y diversificación de cultivos y llevar un mínimo laboreo del suelo (Sistema de Siembra Directa).
El uso de sistemas de cultivos intensivos y con elevada adición de fitomasa al suelo ha demostrado ser una de las prácticas más eficaces en la mejoría de la calidad y sanidad del suelo. A medida que las plantas de cobertura crecen y se descomponen, aportan materia orgánica al suelo, enriqueciéndolo con nutrientes y promoviendo una actividad biológica saludable en el ecosistema del suelo.
De acuerdo con Calegari (2008), las plantas de cobertura pueden ser implantadas en cultivo soltero o en consorcios. Se puede hacer uso de gramíneas y leguminosas o, mezclar dos, tres o más especies. El uso de consorcios o mezclas de especies es bastante benéfico, pues, además de presentar importantes efectos en la mejoría de las propiedades físicas del suelo (agregación y estructuración), producen residuos de relación Carbono/Nitrógeno (C/N) que favorecen la mineralización del N y de esta forma promueven mayor equilibrio y acumulo de C en el perfil del suelo a lo largo de los años.
El consorcio de especies vegetales, en comparación a los cultivos aislados, propicia la formación de una cobertura del suelo más próxima del ideal con la cantidad y la calidad de residuos, lo que trae beneficios al cultivo en sucesión y al Sistema de Siembra Directa (SSD) (Silva et al., 2007).
La relación C/N de las plantas de cobertura influye en la velocidad de la descomposición de la MS de estos. El N actúa como regulador del proceso ya que cuanto menor es esta relación, mayor será la velocidad de descomposición de la MS y mayor será el aporte de nutrientes al cultivo siguiente. La planta de cobertura sufre una descomposición gradual, rápida en los inicios del proceso, cuando se descomponen los componentes fácilmente degradables. Al agotarse éstos, quedan en descomposición sustancias resistentes como lignina y celulosa (Jensen et al., 2005)
Utilizar especies leguminosas como cobertura provoca una disponibilidad rápida del nitrógeno orgánico, sin embargo, al no consorciar con otros abonos verdes y al presentar baja relación C/N (<25), presenta rápida descomposición de los residuos, lo que hace que el suelo se quede desprotegido ya en la fase inicial del desarrollo del cultivo comercial (Silva et al., 2006).
La alta relación de C/N de los residuos de gramíneas (acevén, avena, centeno y triticale), se si túan entre 32,5 y 42,9, lo que se deduce a una difícil descomposición y por lo tanto permanecen por más tiempo en el suelo, pudiendo causar inmovilización de N por los residuos culturales en descomposición, provocando que el nutriente no esté disponible para los cultivos sucesores (Giacomini et al., 2003). Sin embargo, es un aspecto favorable en términos de protección o cobertura de suelo.
El nabo forrajero es una planta con elevada capacidad de ciclaje de nutrientes, principalmente el nitrógeno y el fósforo. Después del acamado (rolado), los residuos del cultivo se descomponen rápidamente dejando el suelo descubierto. Por este motivo se recomienda realizar la siembra en consorcio con gramíneas (EMATER, 2010).
En un estudio realizado por Kieling et al. (2009), se constató que el trío de plantas de cobertura avena + vicia + nabo forrajero produjeron casi el doble de materia seca por hectárea en relación con lo observado con la leguminosa en cultivo soltero, evidenciando la importancia de la utilización de las plantas de cobertura de forma consorciada. Lana (2007) y Bittencourt et al. (2009) analizaron combinaciones de plantas de cobertura en cuanto a la supresión de malezas y rendimiento de cultivo. La combinación de tres especies (centeno + nabo forrajero + vicia) proporcionó los mayores índices de cobertura del suelo, mayor velocidad de cobertura, además de la más alta producción de biomasa y uno de los mayores rendimientos del cultivo.
Otros beneficios del consorcio de especies, son los efectos alelopáticos oriundos de la descomposición de la biomasa o exudación de raíces, los cuales liberan sustancias que ejercen algún tipo de efecto inhibitorio en las semillas, lo que impide la germinación interfiriendo en algún proceso de su desarrollo (Alvarenga, 2001).
A pesar de los múltiples beneficios que las plantas de cobertura aportan al sistema de producción, pueden tener efectos adversos con un manejo inadecuado. La inclusión de estos cultivos agrega una variable más a considerar y manejar, e implica costos adicionales (semilla, siembra y fertilización). Una de las mayores barreras para la adopción, es desconocer de aspectos técnicos tales como, la especie a utilizar, la fecha de siembra, densidad de siembra, distanciamiento entre hileras, momento de manejo (rolado o desecación), entre otros. La planificación estratégica de cultivos, teniendo en cuenta cada punto mencionado, proporciona el equilibrio necesario en cuanto a los aspectos físicos, químicos, biológicos y económicos de los sistemas de producción, que repercute directamente a la salud del suelo, es decir, a la capacidad del suelo para funcionar de manera óptima como un sistema vivo y productivo, y es así como se crean sistemas productivos mas resilientes.
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